A
partir de la sanción de la Ley 27.234,
se implementó en noviembre del 2016 la jornada Educar en igualdad en
todas las escuelas de la mayor parte de las jurisdicciones del país.
Esta
Jornada se enmarca en el cumplimiento de la Ley Nacional Nro 27.234 sancionada
en noviembre de 2015, que establece la obligatoriedad de realizar al menos una
jornada anual en las escuelas primarias, secundarias y terciarias de todos los
niveles y modalidades, ya sean de gestión estatal o privada.
El
objetivo que la norma enuncia es el de contribuir a que alumnos, alumnas y
docentes desarrollen y afiancen actitudes, saberes, valores y prácticas que
promuevan la prevención y la erradicación de la violencia de género.
En
tal sentido, hemos elaborado la cartilla Educar en igualdad que
ofrece orientaciones y propuestas didácticas en torno a la violencia de género.
Llevamos impresos 40.000 ejemplares, que distribuimos en todas las escuelas del
país
Jornada Nacional “Educar en
igualdad: prevención y erradicación
Derecho de niños, niñas y adolescentes, desafío para docentes Proponemos buscar algunas relaciones, establecer algunos anclajes entre lo leído y las posibles reflexiones que nos invita Eleonor Faur en el Dossier de la Revista El Monitor de la Educación publicada en los albores de la creación de la Ley. La educación en sexualidad.
En octubre de 2006, el Congreso sancionó la Ley Nacional
que crea el Programa Nacional de Educación Sexual Integral
(Ley 26.150). Esta ley establece:“Todos los educandos tienen
derecho a recibir educación sexual integral en los establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y privada de las jurisdicciones nacional, provincial, de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires y municipal”.
Pero, ¿qué significa educar en sexualidad?¿Hasta qué
punto los adultos/as tenemos capacidades y posibilidades de transmitir contenidos que promuevan comportamientos saludables en este terreno? ¿Cómo podemos promover los derechos de “los educandos” con responsabilidad?¿Qué procesos debemos atravesar los docentes para lograr transmitir contenidos significativos respecto de la sexualidad y que sean, a la vez, respetuosos de los chicos,
las chicas y de sus derechos?
Suele decirse que la educación sexual es una educación
“para ser” más que “para hacer”. Es un tipo de educación
que se relaciona con la vida de las personas y con su forma de estar en el mundo y que se construye a partir del respeto hacia los estudiantes, en tanto se los concibe como seres humanos integrales, con necesidades diversas. La
educación en sexualidad es, en definitiva, un tipo de formación que busca transmitir herramientas de cuidado antes que modelar comportamientos.
A diferencia de la transmisión de conocimientos en materias como Historia o Geografía, la educación en sexualidad parte del reconocimiento del sujeto, de su cuerpo y de
sus sentimientos como base del trabajo pedagógico.
Considera que el cuerpo es mucho más que una máquina
que contiene nuestra razón, que el cuerpo nutre nuestra
experiencia cotidiana, es un espacio de experiencia y de
expresión de nuestros sentimientos y emociones, es también una fuente de sensaciones muy distintas entre sí –que
van del dolor al placer– pero que son, todas ellas, importantes en la construcción de nuestra subjetividad y de nuestra ciudadanía, en la medida que podamos comprenderlas. Educar en sexualidad es, por tanto, una forma de apreciar
que la vida sucede en un cuerpo y que, como seres humanos, podemos también entender, analizar y cuidar lo que
sucede con nuestros cuerpos, como parte del desarrollo integral de nuestra ciudadanía y nuestras relaciones.
De tal modo, educar en sexualidad implica tanto ofrecer
conocimientos para la prevención de embarazos no deseados e infecciones de transmisión sexual, como formar
en valores, sentimientos y actitudes positivas frente a la
sexualidad. Una formación así concebida deberá incluir
entre sus objetivos ofrecer información adecuada y veraz
sobre aspectos vitales de la sexualidad, como forma de
relación entre las personas, así como también orientar
hacia el acceso a los recursos de salud pública que permitan vivir la sexualidad de forma responsable, plena y
segura.
Ahora bien, el de la sexualidad es un terreno plagado de
dudas no solo para los y las adolescentes, sino también
para los adultos. Desde este punto de vista, es necesario que
los adultos nos ubiquemos también en una situación de
continuo aprendizaje, que podamos revisar y valorar críticamente los sentimientos y pensamientos que habitualmente tenemos respecto de la sexualidad, y ponderar
en qué sentido pueden estos resultar un obstáculo para
acompañar a los adolescentes en la adopción de comportamientos de cuidado.
Sucede que, en muchos casos, referirnos a la sexualidad,
ponerle palabras a un tema que fue acallado durante siglos,
puede producirnos miedos y confrontarnos con nuestras
propias dificultades, incertidumbres y limitaciones. Pero
mientras los adultos, por momentos, parecemos preferir
mantener esta situación silenciada, o imprimirle una serie
de mandatos, prohibiciones o significados que hemos recibido en nuestra propia educación, los chicos y chicas quedan sin el acompañamiento de adultos significativos en
la búsqueda de interlocución para cuestiones que son propias de la vida, que les movilizan cantidad de emociones y
sensaciones.
Así, en lugar de propiciar formas de vivir la sexualidad
en forma honesta, respetuosa y responsable, podemos estar dejándolos solos frente a situaciones de riesgo totalmente evitables.
De manera explícita o implícita, los docentes transmiten
sus propias perspectivas, ideas, emociones y prejuicios
acerca de la sexualidad a través de las relaciones que establecen con sus alumnos y alumnas.
Transmiten imágenes relativas a la sexualidad cuando,
por ejemplo, alientan conductas disimiles para varones y
para mujeres. Forman también al emitir comentarios acerca relativa al mundo íntimo de los jóvenes o de la cual las familias son las únicas responsables.
Educar en sexualidad implica por tanto entender que,
con frecuencia, ha operado el silencio o la omisión en cuestiones tan importantes en la vida de las personas como
lo es su relación con el propio cuerpo y con las demás personas. Que esta omisión tiene efectos diferenciales para distintos adolescentes y jóvenes, que en el contexto de las
desigualdades sociales, regionales y culturales observables en nuestro país, muestran que existen también diferencias en los niveles de embarazo y maternidad, en los
modos en que esto se vive, y en los riesgos asociados a
ello, para adolescentes de distintas regiones, entornos socio-culturales o que provienen de familias con distintos
niveles de ingresos.
La escuela, entonces, puede operar como una de las instituciones que contribuya a equiparar
las oportunidades de acceso a información y recursos de
los adolescentes de todo el país.
A partir de la creación del Programa Nacional de Educación
Sexual Integral Ley 26.150, la escuela debe incorporar contenidos curriculares específicos en este terreno, pero también puede construir espacios de diálogo con los alumnos
respecto a su sexualidad. Espacios que evidencien que los
adultos tampoco tenemos todas las respuestas a las dudas
y necesidades de los jóvenes, pero donde sea posible expresar la confianza y el compromiso de buscar juntos –adultos y adolescentes– las respuestas buscadas.
Estos espacios permitirán establecer vínculos suficientemente valiosos para que el propio acto de escuchar a
los adolescentes sea, en sí mismo, un acto de cuidado.
Entendida desde una perspectiva amplia, la educación en
sexualidad responde entonces a la necesidad de cuidado
del otro –de los alumnos y alumnas– que hace parte de
toda práctica pedagógica.
Es indudable que las familias y, en especial, los padres y
madres, tienen también un papel muy relevante y una responsabilidad innegable en la formación de sus hijos e hijas, también en aspectos relativos a su sexualidad. Explícita
o implícitamente, en el marco de las familias, los niños
aprenden una serie de normas, valores, criterios y comportamientos relacionados con su sexualidad y con su posición como varones o mujeres dentro de la sociedad. A modo de ejemplo, si los padres conversan con sus hijos
sobre los cambios corporales que se atraviesan durante el crecimiento, pero también si no lo hacen, esto es ya un
modo de abordar la formación en sexualidad, en períodos
de importantes transformaciones no solo físicas, sino también psicológicas y sociales.
A su vez, aquellos niños, niñas o adolescentes que sufren
algún tipo de violencia o abuso sexual en el ámbito familiar, también están aprendiendo algo -en este caso, algo
profundamente negativo- respecto de la sexualidad, a través de una desvalorización de sus necesidades, emociones y de su dignidad como seres humanos.
En otro orden, quienes reciben demostraciones de afecto desde pequeños, mediante abrazos, palabras o acercamientos corporales que no interfieran en su intimidad,
van también estableciendo formas positivas de expresión
y aceptación de sí mismos.
En todo caso, es claro que la educación de la sexualidad
constituye una práctica que no solo atañe a las escuelas,
pero que tampoco resulta una tarea exclusiva de las familias. Esta formación se produce en muy diversos ámbitos y de múltiples formas, a lo largo de toda la vida de una
persona.
No obstante, la escuela es uno de los espacios donde se
transmiten valores, conocimientos e información con mayor sistematicidad durante la infancia y adolescencia. Se trata de un ámbito donde los chicos y chicas pasan buena
parte del día, y donde además, comparten su crecimiento
no solo con pares, sino también con docentes y otras personas investidas de determinada autoridad en la transmisión de conocimientos válidos y socialmente significativos.
Se parte, entonces, del supuesto que la educación en sexualidad constituye una práctica constante que, de manera intencionada o no, desarrollan actores diversos como los padres y madres, los educadores, los profesionales
de la salud, entre otros. Sin embargo, al Estado le corresponde la responsabilidad de igualar las oportunidades de
acceso a información de calidad y a recursos efectivos a
los niños, niñas y adolescentes de todo el país, para así
promover la salud de toda la población argentina. Es un derecho que tienen los chicos del país, una responsabilidad
de los adultos y una obligación del Estado.
Para ello, se requiere impulsar una educación en sexualidad que pueda ser abierta, respetuosa de las ideas y opciones de los alumnos y alumnas, y que promueva tanto el
conocimiento intelectual y la transmisión de información
científica y confiable acerca de la prevención de riesgos y
de embarazos tempranos, como la construcción paulatina de actitudes, sentimientos, valores y habilidades para el
ejercicio de una sexualidad sana, segura, responsable y sin
riesgos. Las escuelas pueden también establecer puentes
con las familias, a fin de desarrollar procesos de trabajo
conjunto.
Entonces, es importante señalar que una propuesta pedagógica integral requiere, por una parte, impartir intencionalmente contenidos relativos a la sexualidad, la reproducción, la promoción de la salud y los derechos de los
adolescentes y, por la otra, invitar a que las escuelas sean
capaces de revisar y transformar formas negativas que,
por acción o por omisión, pueden estar operando en sus
prácticas de educación en sexualidad, y opten por asumir
a este como un tema que requiere formación para los docentes y espacios sistemáticos de formación y orientación
con el alumnado.
Este abordaje admite que la educación en
sexualidad es un proceso continuo, cuyas características
principales serían:
• Parte de la base de que los alumnos y alumnas son sujetos de derecho, que sus opiniones y necesidades deben
ser tenidos en cuenta.
• Es un proceso de enseñanza y aprendizaje (los educadores también se educan en el intercambio), relacionado
con las dimensiones biológicas, emocionales y sociales de
la sexualidad humana y de su expresión.
• Busca ofrecer conocimientos, habilidades y valores para promover la salud y el desarrollo personal.
• Se desarrolla en contextos formales y no formales; a
través de nuevos contenidos curriculares, así como también de espacios para el desarrollo de talleres específicos.
• Entre sus contenidos básicos deben incluirse: conocimiento y cuidado del cuerpo; sexualidad como una construcción social; embarazo y prevención; transmisión, consecuencias y protección de las ITS y el vih/sida;
comportamiento sexual seguro y responsable; planificación familiar; derechos sexuales y reproductivos; violencia
sexual y habilidades para decidir libremente si tener o no
relaciones, cuándo tenerlas y bajo qué condiciones de cuidado mutuo.
• Subraya la importancia de la educación para la universalización del acceso a los servicios de salud reproductiva
y para el pleno ejercicio del derecho a la salud.
Finalmente, el papel de la escuela en la educación en sexualidad responde tanto al cumplimiento de la Ley de
Salud Sexual y Procreación Responsable (Ley 25.673) y de la
Ley Nacional de Educación Sexual Integral (Ley 26.150), como también a una responsabilidad previamente establecida frente a la protección de los derechos de niños, niñas
y adolescentes.
La escuela, entonces, contribuye a la construcción de ciudadanía, también cuando es capaz de respetar las necesidades y los derechos de los niños, niñas y adolescentes que
acompaña en su crecimiento. Cuando logra ofrecer herramientas para que el desarrollo de su autonomía, del cuidado
de sí mismo/a y de los/as otros/as, en el contexto de relaciones sociales respetuosas y equitativas, sea una realidad
posible de construirse para todos y todas.
Establécese que todos los educandos tienen derecho a recibir educación sexual integral en los establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y privada de las jurisdicciones nacional, provincial, de la CiudadAutónoma de Buenos Aires y municipal. Creación y Objetivos de dicho Programa.
Sancionada: Octubre 4 de 2006
Promulgada: Octubre 23 de 2006
El Senado y Cámara de Diputados
de la Nación Argentina reunidos en Congreso, etc.
sancionan con fuerza de
Ley:
PROGRAMA NACIONAL DE EDUCACION
SEXUAL INTEGRAL
ARTICULO 1º— Todos los educandos tienen derecho a recibir educación sexual integral en los establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y privada de las jurisdicciones nacional, provincial, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y municipal. A los efectos de esta ley, entiéndase como educación sexual integral la que articula aspectos biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos.
ARTICULO 2º— Créase el Programa Nacional de Educación Sexual Integral en el ámbito del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, con la finalidad de cumplir en los establecimientos educativos referidos en el artículo 1º las disposiciones específicas de la Ley 25.673, de creación del Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable; Ley 23.849, de Ratificación de la Convención de los Derechos del Niño; Ley 23.179, de Ratificación de la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, que cuentan con rango constitucional; Ley 26.061, de Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes y las leyes generales de educación de la Nación.
ARTICULO 3º— Los objetivos del Programa Nacional de Educación Sexual Integral son:
a) Incorporar la educación sexual integral dentro de las propuestas educativas orientadas a la formación armónica, equilibrada y permanente de las personas;
b) Asegurar la transmisión de conocimientos pertinentes, precisos, confiables y actualizados sobre los distintos aspectos involucrados en la educación sexual integral;
c) Promover actitudes responsables ante la sexualidad;
d) Prevenir los problemas relacionados con la salud en general y la salud sexual y reproductiva en particular;
e) Procurar igualdad de trato y oportunidades para varones y mujeres.
ARTICULO 4º— Las acciones que promueva el Programa Nacional de Educación Sexual Integral están destinadas a los educandos del sistema educativo nacional, que asisten a establecimientos públicos de gestión estatal o privada, desde el nivel inicial hasta el nivel superior de formación docente y de educación técnica no universitaria.
ARTICULO 5º— Las jurisdicciones nacional, provincial, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y municipal garantizarán la realización obligatoria, a lo largo del ciclo lectivo, de acciones educativas sistemáticas en los establecimientos escolares, para el cumplimiento del Programa Nacional de Educación Sexual Integral. Cada comunidad educativa incluirá en el proceso de elaboración de su proyecto institucional, la adaptación de las propuestas a su realidad sociocultural, en el marco del respeto a su ideario institucional y a las convicciones de sus miembros.
ARTICULO 6º— El Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología definirá, en consulta con el Consejo Federal de Cultura y Educación, los lineamientos curriculares básicos del Programa Nacional de Educación Sexual Integral, de modo tal que se respeten y articulen los programas y actividades que las jurisdicciones tengan en aplicación al momento de la sanción de la presente ley.
ARTICULO 7º— La definición de los lineamientos curriculares básicos para la educación sexual integral será asesorada por una comisión interdisciplinaria de especialistas en la temática, convocada por el Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, con los propósitos de elaborar documentos orientadores preliminares, incorporar los resultados de un diálogo sobre sus contenidos con distintos sectores del sistema educativo nacional, sistematizar las experiencias ya desarrolladas por estados provinciales, Ciudad Autónoma de Buenos Aires y municipalidades, y aportar al Consejo Federal de Cultura y Educación una propuesta de materiales y orientaciones que puedan favorecer la aplicación del programa.
ARTICULO 8º— Cada jurisdicción implementará el programa a través de:
a) La difusión de los objetivos de la presente ley, en los distintos niveles del sistema educativo;
b) El diseño de las propuestas de enseñanza, con secuencias y pautas de abordaje pedagógico, en función de la diversidad sociocultural local y de las necesidades de los grupos etarios;
c) El diseño, producción o selección de los materiales didácticos que se recomiende, utilizar a nivel institucional;
d) El seguimiento, supervisión y evaluación del desarrollo de las actividades obligatorias realizadas;
e) Los programas de capacitación permanente y gratuita de los educadores en el marco de la formación docente continua;
f) La inclusión de los contenidos y didáctica de la educación sexual integral en los programas de formación de educadores.
ARTICULO 9º— Las jurisdicciones nacional, provincial, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y municipal, con apoyo del programa, deberán organizar en todos los establecimientos educativos espacios de formación para los padres o responsables que tienen derecho a estar informados. Los objetivos de estos espacios son:
a) Ampliar la información sobre aspectos biológicos, fisiológicos, genéticos, psicológicos, éticos, jurídicos y pedagógicos en relación con la sexualidad de niños, niñas y adolescentes;
b) Promover la comprensión y el acompañamiento en la maduración afectiva del niño, niña y adolescente ayudándolo a formar su sexualidad y preparándolo para entablar relaciones interpersonales positivas;
c) Vincular más estrechamente la escuela y la familia para el logro de los objetivos del programa.
ARTICULO 10.— Disposición transitoria:
La presente ley tendrá una aplicación gradual y progresiva, acorde al desarrollo de las acciones preparatorias en aspectos curriculares y de capacitación docente.
La autoridad de aplicación establecerá en un plazo de ciento ochenta (180) días un plan que permita el cumplimiento de la presente ley, a partir de su vigencia y en un plazo máximo de cuatro (4) años. El Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología integrará a las jurisdicciones y comunidades escolares que implementan planes similares y que se ajusten a la presente ley.
ARTICULO 11.— Comuníquese al Poder Ejecutivo.
DADA EN LA SALA DE SESIONES DEL CONGRESO ARGENTINO, EN BUENOS AIRES, A LOS CUATRO DIAS DEL MES DE OCTUBRE DEL AÑO DOS MIL SEIS.
— REGISTRADA BAJO EL Nº 26.150 —
ALBERTO E. BALESTRINI. — DANIEL O. SCIOLI. — Enrique Hidalgo. — Juan H. Estrada.
ENFOQUE SOBRE LA EDUCACIÓN SEXUAL Y LA PROPUESTA DE LA ESI
Introducción
La ley 26150
que creó el Programa Nacional de Educación Sexual Integral fue sancionada por
el Congreso Nacional en 2006. Esta norma establece que todos los niños, niñas y
adolescentes tienen derecho a recibir una educación de este tipo tanto en los
establecimientos de gestión estatal como en los de administración privada sin
importar la orientación religiosa. Es decir, en todos los jardines de infantes,
colegios primarios y secundarios del país.
El Programa
tiene en cuenta un concepto amplio de sexualidad que considera “aspectos
biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos”. Entre sus objetivos,
la ley aspira a “promover actitudes responsables ante la sexualidad”, “prevenir
los problemas relacionados con la salud” y “procurar igualdad de trato y oportunidades
para varones y mujeres”, entre otros.
A partir de
2009, el Ministerio de Educación de la Nación elabora y distribuye materiales
educativos, cuyos principales ejes son el ejercicio de los derechos, el respeto
por la diversidad, el cuidado del cuerpo, la equidad de género y la valoración
de la afectividad. Estas líneas se van adaptando a cada etapa educativa y se
incluyen de manera transversal en diferentes materias.
En la etapa
inicial, obligatoria entre los tres y los cinco años, a través de distintos
juegos en el aula se propician “hábitos de cuidado de uno mismo, de los y las
demás”, “la expresión de sentimientos y emociones” y “la construcción de
valores de convivencia”, según detalla el MATERIAL DIDÁCTICO elaborado por el
Ministerio de Educación. “Se trabaja
algo muy importante que es la conciencia sobre la propia intimidad y la noción
de que nadie tiene que tocarles las partes íntimas a los niños y niñas salvo en
alguna situación de higiene específica” “En la medida en que los chicos vayan
identificando que tienen derecho a su intimidad y que cualquier contacto o propuesta que les incomoda pueden señalarla,
también se está trabajando en prevención del abuso”.(Eleonor Faur, doctora en
Ciencias Sociales)
Por su parte, durante la primaria, los contenidos se
enfocan en el conocimiento de los derechos vinculados con el respeto por los
demás y la convivencia; el respeto por la diversidad a través de la
identificación de prejuicios vinculados al género; y el reconocimiento de
distintos modos de vida, como las distintas organizaciones familiares.
A su vez, en el contexto de la pubertad,
la ESI propicia “el
conocimiento sobre los cambios del cuerpo humano y la
identificación de sus partes íntimas en el marco de la promoción de hábitos de cuidado de
uno mismo, de los demás y de la salud en general”.
Por último,
en la secundaria se enseña sobre “la sexualidad humana desde la perspectiva
científica”,con información sobre los órganos sexuales y su funcionamiento, la
salud sexual y el embarazo; y también desde su vínculo con la afectividad y los
diferentes sistemas de valores y creencias. Además, entre otros contenidos, las actividades buscan reconocer y reflexionar sobre “situaciones de violencia en las relaciones interpersonales, específicamente afectivas y sexuales”; y dar a conocer
“los derechos de las diversidades sexuales y de la responsabilidad del Estado frente a situaciones de discriminación y violación de derechos”.
Los contenidos de la ESI se van adaptando al ciclo de vida, por eso es muy importante empezar a trabajarlos desde la infancia. Cuando se incorporan recién en el nivel secundario con algunos de estos contenidos muchas veces llegan tarde. Ya sea para prevenir alguna situación de violencia o abuso, o para desarmar algunos estereotipos.
Desde su creación, la efectiva implementación del Programa de Educación Sexual ha enfrentado varias barreras: problemas presupuestarios y falta de capacitación docente, y también la resistencia cultural de distintos grupos y sectores a llevar estos contenidos a las aulas.
1. DERECHOS HUMANOS
La aprobación de la Ley 26.150 que crea el Programa Nacional de Educación
Sexual Integral no constituyó un hecho aislado, sino que formó parte de un
proceso integral de cambios sociales y culturales reflejado en leyes, normas y
compromisos internacionales que Argentina posee y promueve en el campo de los
DDHH (Tedesco, 2008).
Dicha normativa recoge los principios constitucionales de igualdad y no
discriminación y en su espíritu propone una cultura democrática que promueve la
participación y el acceso a procesos de información, comunicación y educación con
alcance universal para todos los educandos.
“Los derechos humanos son aquellos inherentes a las personas” (Faur, 2005, 41),
puesto que nacen con ellas. Promueven, además, la igualdad en materia de
derechos y libertades de cada persona sin ningún tipo de discriminación, principio
del cual se desprende su universalidad.
A su vez, son por definición indivisibles,
interdependientes e interrelacionados; esto implica que todos los derechos son
igualmente importantes; unos y otros se potencian entre sí. La falta o violación de
uno de ellos desequipara la plenitud de los demás. Del mismo modo, la concreción
de un grupo de derechos humanos (por ejemplo, vivienda, salud, condiciones de
vida digna), no justifica la resignación o no reconocimiento del resto.
En este sentido, las Naciones Unidas estipulan que “la negación de los Derechos
Humanos y libertades fundamentales no es sólo una tragedia individual y personal,
sino que además crea condiciones de intranquilidad social y política”. Por ello los
Estados tienen la obligación ineludible de garantizar y proteger los derechos de
todas las personas mediante dos herramientas básicas: las leyes y las políticas
públicas” (Faur, 2005,41).
El conocimiento de dichas disposiciones es imprescindible para trabajar sobre
todas las temáticas que implica el abordaje de la Educación Sexual Integral (ESI)
1.1. Contexto histórico
La protección internacional de los Derechos Humanos es, en términos temporales
e históricos, una cuestión relativamente nueva. Comienza a gestarse como proceso
de construcción a partir de la primera Declaración Universal de los Derechos del
Hombre y el Ciudadano elaborada como parte de los sucesos posteriores a la
Revolución Francesa y pensada, especialmente, en función del diseño de la nueva
sociedad y de la condición de ciudadano de los habitantes de Francia.
El tratamiento de los Derechos Humanos en términos de cooperación internacional,
de obligación y compromiso de los Estados para su cumplimiento y garantía,
forman parte de un proceso de continuo perfeccionamiento, reformulaciones y
planteos que tomará particular relevancia, sobre todo, a partir de la última mitad del
Siglo XX.
Frente a un mundo que se presenta cada vez más inequitativo, complejo,
vertiginoso y violento, los Derechos Humanos representan e implican consensos
internacionales en relación con ideales comunes de respeto, estipulando
parámetros y marcos mínimos de dignidad para todos los seres humanos por igual.
Por tal motivo, están en permanente construcción y expansión, readecuándose y
variando según las épocas, lugares y culturas.
Por ejemplo, en un primer momento la concepción de Derechos Humanos se
correspondía con la protección de los derechos civiles y políticos, también
denominados derechos de primera generación. En una línea superadora, se
profundizará luego sobre los derechos económicos, sociales y culturales,
conocidos como derechos de segunda generación.
Posteriormente, la toma de conciencia respecto de la discriminación, las
desigualdades e injusticias operadas sobre diversos pueblos y culturas dieron lugar
a los derechos de tercera y cuarta generación.
En este sentido, la demanda histórica de las mujeres - desde el primer reclamo por
los Derechos Humanos de las Mujeres y las Ciudadanas ha contribuido a la
expansión y perfeccionamiento de los Derechos Humanos con la consideración de
nuevas exigencias y problemáticas a ser tenidas en cuenta.
Así, desde las
movilizaciones articuladas por el derecho al voto femenino (derecho de primera
generación), desarrolladas en paralelo con las luchas obreras (salarios,
condiciones de salubridad, duración de jornadas laborales en función de la maternidad, etc.), las demandas de género han posibilitado, por un lado, mejores
niveles de comprensión y acción sobre la necesidad de legislar a nivel de la
cotidianeidad de las personas y, por el otro, han promovido y garantizado medios
para que incluso la vida privada encuentre marcos de dignidad, seguridad y
respeto.
Esta característica particular de las demandas de las mujeres, de imbricación
permanente entre lo público y lo privado, de conjugación de sus reclamos de
derechos de género con los derechos económicos, sociales y culturales, ha sido de
significativa importancia para la ampliación y perfeccionamiento de los Derechos
Humanos de la niñez y adolescencia, de los varones y de los pueblos.
En las últimas décadas, hablar de Derechos Humanos implica mencionar el
derecho de identidad y a la ciudadanía (no sólo de los adultos, sino también de
niñas, niños y adolescentes); a la paz y a una vida libre de violencia; el derecho a
no ser discriminado; a tener condiciones para el desarrollo sustentable y a la
equidad en la distribución de sus beneficios; los derechos económicos y sociales
(al empleo, la educación, la salud, la vivienda); los derechos sexuales y
reproductivos y los derechos ambientales.
Sin embargo, la distancia que existe entre la formulación de un derecho -su
expresión formal en la normativa vigente- y su efectivo cumplimiento, es una
cuestión que involucra tanto al Estado como a la sociedad civil.
Las personas tienen el derecho y la responsabilidad
de conocer sus derechos y también de exigir que se cumplan. Esto supone, ante
todo, el reconocimiento del derecho a participar y poder decidir
responsablemente en cada una de las circunstancias que afectan a sus vidas.
En este sentido, y especialmente en los últimos 20 años, se articulan y modifican
nuevas concepciones y paradigmas en relación con la niñez y la adolescencia, su
necesaria inclusión en la noción de ciudadanía y el imperativo de que esto ocurra
como condición para la ampliación de las democracias. De este modo, se pone en
evidencia una relación estrecha y necesaria entre democracia y ciudadanía en la
que ambos conceptos se enriquecen mutuamente.
Al respecto, como lo expresa Faur (2005),
“…las sociedades con una democracia
plena abren cada vez más y mejores espacios para la participación de sus
ciudadanos/as, ya desde pequeños. Y, por otro lado, cuanto más participan los
niños, las niñas y los adolescentes en la construcción de su sociedad, más se
fortalece la democracia”.
1.2. Marco legal
El primer tratado que aprobó la Asamblea de las Naciones Unidas fue la
Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948. Posteriormente, el
análisis de las violaciones de derechos o de situaciones especiales posibilitó la
redacción y aprobación de otros tratados más específicos.
Así, en 1979, se aprobó
la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación
contra la Mujer (CEDAW) y, en 1989, la Convención sobre los Derechos del
Niño. Este último tratado comprende, dentro de las disposiciones que contemplan
los derechos de niñez, también a los adolescentes y sus problemáticas, puesto que
su alcance abarca a la persona desde el momento de su nacimiento hasta los 18
años.
La Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación
contra la Mujer (CEDAW) ratificada por nuestro Congreso Nacional en 2006,
prevé la garantía de los derechos de las mujeres y exige a los Estados parte -entre
los cuales se encuentra nuestro país- la creación de instrumentos y políticas
públicas que permitan su cumplimiento en igualdad de condiciones respecto de los
varones. En este caso, se especifica, entre otros, el derecho de las mujeres y
niñas a acceder a información y métodos de planificación familiar, también, a
recibir una educación libre de estereotipos de género.
La reforma constitucional de 1994 incorporó estas normativas del Derecho
Internacional Públicocomo marco legal de nuestro Estado a través de los artículos
19, 33 y 75. Es de destacar que aquellas convenciones funcionan, a su vez, en
coincidencia y complementariedad con una serie de Leyes nacionales que
procuran el efectivo cumplimiento y protección de los derechos expresados.
En este sentido, en la Ley Nacional 23.592 de Derechos y garantías
constitucionales sobre Actos Discriminatorios, se especifican sanciones para
quien incurriere en algún tipo de actitud discriminatoria o menoscabante del pleno e
igualitario ejercicio de los derechos sobre bases igualitarias en materia de género,
raza, etnia, religión, nacionalidad, orientación sexual o situación económica hacia
otra persona.
En la Ley Nacional 23.798/90 de SIDA y su Decreto Reglamentario 1244/91 se
declara de interés nacional a la lucha contra el Síndrome de Inmunodeficiencia
Adquirida, entendiéndose por tal a la detección e investigación de sus agentes
causales, el diagnóstico y tratamiento de la enfermedad, su prevención, asistencia
y rehabilitación, incluyendo medidas tendientes a evitar su propagación, entre ellas,
la de informar y educar a la población.
La Ley Nacional 25.673 de creación del Programa de Salud Sexual y
Procreación Responsable, prevé entre sus objetivos que la población alcance el nivel más elevado de salud sexual y procreación responsable con el fin de que
pueda adoptar decisiones libres de discriminación, coacción o violencia; disminuir
la morbi-mortalidad materno-infantil; la prevención de embarazos no deseados; la
promoción de la salud sexual en los adolescentes; contribuir a la detección y
prevención de enfermedades de transmisión sexual y garantizar a la población el
acceso a información, educación, métodos y servicios referidos a la salud sexual y
reproductiva.
A su vez, desde la entrada en vigencia en el año 2005 de la Ley Nacional 26.061
de Protección Integral de los Derechos de niños, niñas y adolescentes se
introduce un nuevo paradigma en relación con la infancia mediante la reformulación
del antiguo concepto de minoridad contenido por la Ley de Patronato de principios
del siglo XX, que centraba su aplicación en la niñez en situación de riesgo.
A través
de esta nueva normativa, se reconceptualiza la dimensión de la infancia
comprendida hasta los 18 años a partir del reconocimiento de la condición de
niños, niñas y adolescentes como sujetos de derechos y ciudadanía, asegurando
su acceso -en el marco de una mayor igualdad de oportunidades- a información y
educación de contenidos de calidad sobre todos los aspectos que puedan ser
relevantes para el desarrollo de una vida digna.
Así, la inclusión de la Educación Sexual Integral como un aprendizaje a lo largo de
todos los niveles escolares propicia el derecho a una educación integral para todos
los estudiantes.
2. SEXUALIDAD HUMANA
Introducción al concepto de sexualidad
Incorporar la perspectiva de
derechos en la práctica cotidiana de la escuela implica prestar atención no sólo a la
incorporación de contenidos curriculares de Educación Sexual Integral, sino
también, y fundamentalmente, significa reflexionar sobre el modo de convivir en los
distintos espacios educativos, revisando las formas en que se abordan y resuelven
situaciones vinculadas con la sexualidad de acuerdo a la cultura institucional.
Hablar
de sexualidad, entonces, es reconocer que es un proceso dinámico y complejo
que convoca la palabra y la mirada de varias generaciones acerca de las
diversas maneras de ser sujetos en diferentes contextos culturales e
históricos. Implica revisar cuestiones acerca de las relaciones entre varones
y mujeres, de cuerpos y poderes, de deseos y placeres, de palabras que
nombran o que omiten. Es decir con claridad, que hay modos de relacionarse
desde el cuidado de uno mismo y del otro y que no debiera haber silencios
cuando se trata de educar con respeto y responsabilidad (Ministerio de
Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación, 2007).
Para comenzar a pensar en el concepto de sexualidad que subyace a la ley,
es necesario esclarecer que existe una diferencia conceptual entre sexo y
sexualidad, por lo cual es necesario que no se los considere sinónimos El término sexo se refiere específicamente a las características biológicas que
definen a los seres humanos en tanto hembra y macho. El término sexualidad es
significativamente más abarcativo. Hace referencia no sólo a la dimensión
biológica, sino especialmente a las dimensiones psicológica, social y cultural que
determinan a los seres humanos en tanto hombres y mujeres.
Puede decirse que la sexualidad es “el modo humano de ser y habitar el propio
cuerpo desde los comienzos de la vida; es la manera de vincularse con otros, de
experimentar y transmitir placer, ternura, amor, erotismo, de constituirse como
sujeto sexuado en cada momento vital, teniendo en cuenta determinadas
condiciones históricas y contextos de existencia; de posicionarse en el marco de
relaciones de poder entre sujetos, tanto en espacios públicos como privados o
íntimos” (Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación, 2007).
La sexualidad implica, entonces, múltiples dimensiones: desde la manera en que
las personas pueden manifestarse y relacionarse con otros y consigo mismo, hasta
el modo de sentir y de comunicarse afectiva y socialmente.
Con el objeto de ir estableciendo un marco de referencia, se pone a consideración
lo que los organismos internacionales representativos han acordado con respecto a
una definición de sexualidad:
“Es un entramado de manifestaciones y expresiones
afectivas, biológicas, psicológicas, socioculturales, éticas y religiosas,
que nos identifica y caracteriza como sujetos únicos”. (Organización Mundial
de la Salud, Organización Panamericana de la Salud, 2000)
Decir sexualidad es decir identidad, vivencias, emociones, es también decir
represiones y mandatos, es decir placer y responsabilidad, es el modo en que las
personas experimentan el cuerpo en las diferentes etapas de su vida.
Es sobre todo una construcción que las personas hacen en el encuentro con otros;
por lo tanto nacemos con sexo y nos hacemos sexuales en una cultura
determinada, en un tiempo determinado, en un grupo social determinado.
A- ACTIVIDADES DE ARTICULACIÓN. 1) Definir sexo y sexualidad. 2) Por qué es necesaria esa diferenciación de conceptos? 2.2. La constitución del sujeto sexuado
Retomando lo planteado en el Documento Base (2007) existen varias teorías que
acercan respuestas a este interrogante. Sin embargo, es el psicoanálisis el que,
desde principios del siglo XX, aporta significativos fundamentos científicos que han
ampliado el concepto de sexualidad y revolucionado la concepción socio–cultural–histórica que la restringía a la genitalidad y que suponía que recién se manifestaba
en la pubertad.
Un individuo se constituye como sujeto sexual en “un proceso que se inicia con el
nacimiento, en el seno de los indispensables vínculos que lo sostienen y le proveen
mucho más que satisfacción a las necesidades vitales de subsistencia. Los
cuidados, la atención, la alimentación se despliegan en el marco de los afectos
humanos fundamentales: amor, hostilidad, ternura, indiferencia.
Las caricias,
miradas, palabras que acompañan a dichos afectos se graban como sensaciones
de bienestar y de malestar y, a partir de ese momento primario, permanecen
ligadas al placer o displacer” Con el transcurso del tiempo y el desarrollo del sujeto,
estas experiencias y sentimientos iniciales comienzan a complejizarse.
Es así que la sexualidad es un componente constitutivo de lo humano. Está
presente en todos los momentos y las etapas de la vida; desde el nacimiento hasta
la culminación. Los sentidos que se le otorgan en el transcurso de la vida van
cambiando y combinando distintas aristas o modos de expresarla que superan la
genitalidad y el límite de la edad, sumando el afecto, el encuentro, la comunicación,
el erotismo, el placer.
2.3. Las dimensiones que componen la sexualidad
Así, la sexualidad es una trama de múltiples hilos que “hacen” a nuestra vida en
tanto humanos; es mucho más que un hecho o un conjunto de procesos biológicos
que, sin duda, forman parte de ella pero que se ven continuamente transformados
por prácticas sociales, procesos psicológicos, decisiones políticas, marcos
regulatorios, leyes, normas, disposiciones escritas y tácitas, posiciones éticas, etc.
Todos estos elementos están articulados de manera que no es sencillo
diferenciarlos con total claridad. Sin embargo, es posible mencionarlos y
caracterizarlos a fin de que se comprendan en su especificidad. Parafraseando a
Greco (2008), sintetizaremos las dimensiones que componen la sexualidad:
La dimensión biológica alude a los
procesos anátomo-fisiológicos vinculados con la sexualidad. Sin embargo, los
significados adjudicados a estos procesos y los modos de simbolizar al
cuerpo, los órganos sexuales, la genitalidad, la reproducción, el embarazo,
el parto, el desarrollo del cuerpo y sus transformaciones a lo largo del
tiempo y de las diferentes instancias por las que atravesamos: niñez,
adolescencia, adultez, vejez, no alcanzan a ser explicados en su complejidad
sólo por lo biológico. Para ello, se requiere la articulación con otras
dimensiones.
La dimensión psicológica alude
generalmente a los procesos que conforman cuerpo y psiquismo en el seno de un
conjunto de relaciones, inicialmente familiares y luego en diferentes grupos
sociales, forjando una identidad sexuada. La sexualidad es la manera en que
cada persona vive el “hecho de ser sexuado”. Está conformada por las
vivencias, es decir, lo que cada cual siente y experimenta en su intimidad.
Es la manera propia de verse, sentirse y vivirse. Comprende los modos en que
los humanos nos hacemos mujeres o varones, nos relacionamos con otros y
otras, formamos parte de una familia, ejercemos la maternidad y la paternidad
(o no), nos vinculamos en pareja, etc.
Una
dimensión jurídica define los
modos en que la sexualidad se inscribe en normas y leyes, tácitas o
explícitas, determinando y regulando nuestra vida cotidiana, ordenando,
habilitando, prohibiendo, estableciendo lo que la sexualidad humana es y/o
puede ser, sus condiciones y alcances. Consideremos en esta dimensión, por
ejemplo, las recientes leyes de salud sexual que determinan importantes
consecuencias en el terreno de la salud y su cuidado, la educación sexual,
los derechos de los adolescentes, la igualdad de oportunidades entre los
géneros, etc.
Una
dimensión ético-política se
articula fuertemente con la anterior ya que las leyes se inscriben en el
marco de políticas pensadas, a su vez, desde un lugar ético. Lo político y lo
ético aluden a un conjunto de formas que hacen al vivir juntos con otros en
el seno de una sociedad, y a decisiones que afectan a esa convivencia, la
habilitan o inhabilitan, estableciendo maneras diversas de vivir socialmente
.
Para sintetizar, esta forma compleja de pensar la sexualidad es solidaria con un
pensamiento sobre los sujetos y las subjetividades, un pensamiento que
comprende mejor las realidades humanas en términos de procesos y no de
estados fijos.
2.4. La perspectiva de género como herramienta de
análisis de ESI
“El concepto de género se refiere a la construcción
social y cultural que se organiza a partir de la diferencia sexual. Supone
definiciones que abarcan tanto la esfera individual, incluyendo la
construcción del sujeto y el significado que una cultura le otorga al cuerpo
femenino y masculino, como a la esfera social, que influye en la división del
trabajo, la distribución de los recursos y la definición de jerarquías y
relaciones de poder entre hombres y mujeres” (Faur, 2007; 31).
La perspectiva de género es una herramienta que permite reflexionar,
problematizar y deconstruir los mandatos socialmente adjudicados y revisar
estereotipos del ser varones y mujeres, promoviendo cambios tendientes a
garantizar la igualdad de derechos y responsabilidades entre los distintos sexos.
Cuando se habla de género, deconstruir implica revisar las estructuras o cimientos
sobre los que se erigen las sociedades para encontrar los mecanismos y lógicas
invisibles de lo que se conoce como pautas de comportamiento, costumbres y
modos de ver y sentir el mundo, de relacionarse con los demás y de dimensionarse
a uno mismo.
Entonces, deconstruir no es destruir ni seguir construyendo sobre la base de
exclusiones. Es revisar las estructuras sociales determinadas, con una mirada
crítica y poniendo en cuestión aquellos roles preestablecidos y estereotipos de
género. Deconstruir: “Consiste en deshacer sin destruirlo, un sistema de
pensamiento hegemónico o dominante” (Derrida, 2001; 9).
Es así que un sistema de género (Lamas, 2007) es un conjunto de prácticas,
símbolos, representaciones, normas y valores sociales que las sociedades
elaboran a partir de la diferencia sexual – anatómica y fisiológica- y que da un
sentido general a las relaciones entre personas sexuadas. Esta construcción
simbólica que en las ciencias sociales se denomina género, reglamenta y
condiciona la conducta objetiva y subjetiva de las personas.
En otras palabras, mediante el proceso de constitución del género cada
sociedad fabrica las ideas de lo que deben ser los hombres y las mujeres, de
lo que se supone es “propio de cada sexo”.
El género es, por definición, un concepto multidisciplinar, que no es homogéneo:
está atravesado por otras categorías sociales, como la etnia, la pertenencia a una
clase social, a una comunidad religiosa, etc.
Todas estas características impactan en el modo de existir y se traducen en
determinadas condiciones de vida de mujeres y hombres, en su forma de ser y de
vivir.
Desde la perspectiva psicológica, el género es una categoría en la que se articulan
tres instancias básicas:
a.La asignación de género: esta se realiza en el momento en que nace el
bebé a partir de la apariencia externa de sus genitales.
b. La identidad sexual: es una parte de la identidad de las personas que
implica pensar, actuar, percibirse y ser percibido/reconocido por otros como varón
o como mujer. Se va construyendo desde el nacimiento a través de deseos y
mandatos, visibilizados en el trato de los adultos cuidadores. (Imberti- Groisman,
2007) Es una convicción íntima y profunda de pertenecer a uno u otro sexo, más
allá de las características biológicas-
c. El papel de género: el papel o “rol” de género se forma con el conjunto de
normas y prescripciones que dicta la sociedad y la cultura sobre el comportamiento
femenino o masculino. Es el conjunto de expectativas acerca de los
comportamientos sociales apropiados según el sexo. Es la estructura social la que
prescribe la serie de funciones para el hombre y la mujer como propias (Bleichmar1985). Existen variantes de lo femenino y lo masculino, según características
culturales, étnicas, sociales y generacionales, que establecen estereotipos rígidos,
los cuales condicionan los papeles y limitan las potencialidades humanas de las
personas. (Lamas, 2006 )
En la constitución del sujeto según su contexto histórico y social cada persona
cumple múltiples roles. Según Ana Fernández (en Greco, 2008, 9) “que alguien
pueda saber qué quiere en su vida y cómo lograrlo, que se sienta con derecho a
decir no, a incidir en su realidad para lograr sus proyectos, necesita un tipo de
subjetividad cuya construcción no depende exclusivamente de su psiquismo”.
Cada decisión depende de un contexto que lo habilite, de su propia posición como
sujeto conocedor de sus derechos y de sus posibilidades de reconocer el propio
deseo y desplegarlo en relaciones de reconocimiento de otros.
Para muchos niños/as y adolescentes ésto depende de los espacios que se les
ofrezcan, a partir de la acción de adultos comprometidos, de miradas habilitantes,
de palabras y sostenes institucionales.
Todas éstas son cuestiones que pueden ser generadas desde procesos educativos
que forjen una subjetividad responsable.
B-ACTIVIDADES DE ARTICULACIÓN 1) Leer la siguiente frase y explicarla a partir de lo arriba expresado.
“Es así que devenir sujetos sexuados, hacerse mujer o varón no es un
dato inicial biológico ni individual psicológico, sino una producción a lo
largo de una historia personal, social, cultural, política que se va
entramando con el correr del tiempo.” (Greco, 2008:10)
Incluir la perspectiva de género como parte de la
propuesta de trabajo en educación sexual implica poder reducir los grados de
vulnerabilidad y sometimiento a patrones culturales que no respetan la
igualdad de trato y de oportunidades para varones y mujeres. La posibilidad
de generar modificaciones en los patrones socioculturales estereotipados y
eliminar prácticas basadas en el prejuicio de superioridad de cualquiera de
los géneros constituye una premisa necesaria para trabajar en la prevención y
la promoción de la salud.
Para sintetizar:
Se entiende por sexo las diferencias biológicas entre mujeres y
hombres. Por otra parte, el concepto de género es una categoría más abarcativa
que hace referencia a aquellos roles y funciones esperados que una sociedad
atribuye al hecho de ser varones o mujeres, en un momento y cultura
determinados.
El género, por lo tanto, no remite a las categorías biológicas - mujer u
hombre -, sino a las categorías sociales -femenino y masculino-. De esta forma,
pone en evidencia el hecho de que los roles femeninos y masculinos no vienen
determinados por el sexo, sino que son construidos social y culturalmente.
Estos roles están influenciados por percepciones que se derivan de
factores culturales, políticos, ecológicos, económicos y religiosos. Como así
también de costumbres de la clase social, de la etnia y de prejuicios individuales o
institucionales enmarcados por las leyes existentes.
2.5. Sexualidades -El respeto a la diversidad
Se vive en una sociedad donde conviven múltiples colectividades que se influyen
entre sí. Es por ello que, para la convivencia social, debe existir una ética que
incluya la aceptación del otro en su legítima diferencia, con todos sus derechos a
una vida digna. La sexualidad ocupa un lugar importante en la historia de
aceptación e intolerancia hacia los otros, y en cuanto a ella se da una gran
variedad de comportamientos.
Si bien todos los seres humanos son iguales en materia de derechos, todos son
diferentes en el modo de expresar las emociones, los sentimientos. A su vez, los
cuerpos, los gestos, las caras, los pensamientos están determinados e influidos por
las distintas familias, nacionalidades, religiones, ideologías, épocas, culturas, que
hacen sujetos únicos.
Tal como se planteó previamente, la constitución de las personas como sujetos
sexuados es un aprendizaje social y cultural que define su Identidad sexual. En
algunas personas, esta identidad es un camino más sencillo de recorrer dado que
se corresponde con el de las mayorías. En otros, se dan variaciones y diversidades
que es necesario respetar.
A su vez, se denomina Orientación sexual a la atracción sexo-erótica y afectiva
predominante por un varón o por una mujer. Mujeres y varones pueden ser más
femeninos o masculinos según las pautas que marca la cultura a la que pertenecen. Las personas homosexuales eligen a
los de su mismo sexo para tener una relación sexo- erótica.
Las bisexuales
alternan y se vinculan eróticamente con los dos sexos. Y las heterosexuales
eligen al otro sexo distinto al que pertenecen.(Imberti-Groisman,2008)
Cualquiera que sea la orientación sexual de que se trate, el reconocimiento y
respeto de la diversidad dependerá del marco socio cultural en el que estén
insertos los sujetos. Existen sociedades más represivas y otras más permisivas. En
ese marco, las elecciones sexuales toman significaciones diferentes.
Es necesario que la escuela habilite un espacio de
expresión de todas y todos sin pronunciar juicios discriminatorios en torno a
la orientación sexual. Esto implica el respeto de los derechos humanos y de
los derechos sexuales y reproductivos en particular.
Promover el respeto a la diversidad cultural y el dialogo de manera que se asegure la equidad de género y el goce de estos derechos es respetar que no hay un sólo modo de ser niña o niño/adolescente. Reconociendo la diversidad plena de las condiciones y diferentes situaciones de vida de mujeres y varones…” (CareagaPérez, 2001, 71) C- ACTIVIDADES DE ARTICULACIÓN. Observar el video. 1)Armar un cuadro con los siguientes conceptos: identidad de género- expresión de género-sexo biológico-orientación sexual- sexualidad. 2)¿ Qué es la orientación sexual?
3. EDUCACIÓN SEXUAL INTEGRAL
Desde la perspectiva que plantea la ley 26.150, y retomando las palabras del
Ministro de Educación de la Nación, Prof. Alberto Sileoni (2009) “Comprendemos
a la ESI como un espacio sistemático de enseñanza aprendizaje que
promueve saberes y habilidades para la toma de decisiones conscientes y
criticas en relación con el cuidado del propio cuerpo, las relaciones
interpersonales, el ejercicio de la sexualidad y los derechos”.
Por lo tanto, asumir la Educación Sexual en la escuela demanda un trabajo dirigido
a promover aprendizajes en tres niveles: el pensamiento, los sentimientos y las
prácticas cotidianas.
El hecho de considerar a la sexualidad como construcción social y personal lleva a
revisar el modo en que la escuela, como actor social, interviene explícita o
implícitamente en su construcción. Ser conscientes de estos procesos permite
mejorar las intervenciones en este sentido.
Para iniciar esta reflexión se parte de la siguiente definición:
La
Educación Sexual constituye un "proceso intencional, constante y
transversal, tendiente a que las/os alumnas/os integren saludablemente su
dimensión sexual a su accionar cotidiano" (BiancoRe, 2007, 5).
Este proceso se inicia desde el nacimiento a partir de los valores y pautas
culturales y de conducta que transmite cada familia o ámbito de socialización
primaria.
Luego se complejiza con la Educación Sexual Formal, recibida en la escuela y a
través de los medios de comunicación, la Web, la publicidad, etc.
La educación sexual integral (E.S.I.) promueve la internalización de valores
relacionados con el papel de varones y mujeres, sin estereotipos, en un marco de
equidad. Esto es lo que se denomina educación sexual con perspectiva de género.
La E.S.I., además promueve el cuidado propio y el de las demás personas,
fomenta la equidad de derechos y facilita el desarrollo de actitudes positivas en
torno a la sexualidad .Por ello, constituye un proceso formativo, dinámico y
permanente, que promueve el desarrollo integral del ser humano, contribuyendo
así al desarrollo social de su comunidad (Ministerio de Educación, Ciencia y
Tecnología de la Nación, 2007).
Desde esta perspectiva, mejora las condiciones de vida de niños, niñas y
adolescentes, previene problemas de salud psico-física y promueve el
cumplimiento de los derechos humanos, fomentando la igualdad entre varones y
mujeres, así como la convivencia familiar y social.
La reflexión y análisis de la adecuada información les permite a chicos y chicas
poner en palabras lo que piensan y sienten y tener elementos críticos para
incorporar lo que desde los medios y otros ámbitos se les ofrece y que a veces no
permite el ejercicio libre, saludable y placentero de su sexualidad.
Muchas veces, las personas adultas tienen enormes dificultades para hablar con
los y las adolescentes y púberes sobre sexualidad, en la familia, la casa, la
escuela, el club, la iglesia y otros ámbitos. Niños, niñas, y adolescentes
interpretarán que "de eso no se habla". Se practica, se mira por televisión, pero no
se verbaliza con las personas adultas significativas, no forma parte del discurso.
Las personas adultas tienen la responsabilidad y las posibilidades de cambiar
esta realidad, ya que al contar con más experiencia y acumulación de saberes
sobre sexualidad, deberían transmitir estos conocimientos y valores a niños, niñas
y adolescentes.
3.1. Educación Sexual, sus distintos enfoques
Existen diferentes formas de educar sexualmente. Estos modos, que pueden
denominarse enfoques o modelos conceptuales, no son neutros ya que reflejan
distintas maneras de pensar y significar la sexualidad que derivan en diferentes
acciones de educación sexual en la escuela.
Con el propósito de aportar algunos elementos o herramientas que favorezcan la
reflexión y el debate conjunto sobre lo que se transmite desde las escuelas sobre
sexualidad, se presentan diferentes modelos de educación sexual a los que hace
referencia Morgade (2008)
Históricamente, en las prácticas escolares han prevalecido de manera relevante,
dos modelos:
El enfoque educativo tradicional/moralista: considera que existe una
sexualidad “normal” y “universal” (vale decir, sin distinción de circunstancias
individuales, históricas y/o socioculturales) para todas las personas. En este
sentido, educación sexual significa prescribir sobre “lo que se debe ser y no ser”,
sobre “lo que está bien y no”. Desde este modelo, la sexualidad está asociada
únicamente al ejercicio de la genitalidad, y la práctica sexual, casi con exclusividad,
a la procreación. El deseo y el erotismo están silenciados. Por estas razones se
educa para normativizar, controlar y demorar la sexualidad tomando como eje la
prevención de los riesgos del ejercicio sexual. Para ello, la palabra del adulto es la
autorizada y, en consecuencia, no es apropiado generar espacios para escuchar a
los jóvenes y sus distintas realidades.
El enfoque educativo médico/biologista es un modelo que tiende a
discriminar claramente las diferencias entre salud y enfermedad. Al inscribir o
asociar la sexualidad con lo “dado”, el organismo, no toma en consideración los
aspectos culturales, sociales, históricos, individuales de la sexualidad. En este
sentido, educar sexualmente implica centrarse en lo anátomo-fisiológico, en la
información sobre patologías y en la descripción de los riesgos de enfermar por un
incorrecto ejercicio de la genitalidad. Por este motivo, se prioriza y sobrevalora el
saber médico y no se propician espacios para la reflexión conjunta ya que no es
considerado idóneo y/o válido lo que puedan decir y expresar los y las docentes,
alumnos, padres, etc.
Existen otros modelos que han realizado diversos aportes para la construcción de
un enfoque integral.
El modelo de la sexología inscribe la sexualidad en un proceso de
construcción personal que abarca toda la vida. Sostiene que desde lo educativo es
posible promover buenas prácticas sexuales y prevenir disfunciones.
El modelo jurídico pone el acento en los derechos humanos y su
vulneración. Por este motivo, propicia desde lo educativo la adquisición de
habilidades de autocuidado para evitar/identificar situaciones de riesgo y abusos.
El enfoque de género amplia el concepto de sexualidad en una red de
relaciones sociales, históricas y culturales que les dan sentido al cuerpo humano
masculino y femenino, con el fin de promover la desnaturalización de las
desigualdades en los roles de los hombres y mujeres.
A partir de la Ley Nº 26.150, se incluye un enfoque integral que considera
que la sexualidad abarca dimensiones biológicas, socio-históricas, culturales,
psicológicas, afectivas, espirituales y éticas. Esta concepción incluye las emociones
y sentimientos que intervienen en los modos de vivir, cuidar, disfrutar, vincularse
con el otro y respetar el propio cuerpo y el cuerpo de otras personas. Desde esta
perspectiva educar sexualmente demanda un trabajo orientado a promover
aprendizajes en los niveles cognitivo, afectivo y ético, que se traduzcan en
prácticas concretas (Tedesco, 2008).
Entonces, desde la Ley Nº 26.150, decir Educación Sexual Integral es hablar
de un enfoque integral, de los derechos humanos, de una perspectiva de
género, de la promoción de la salud y de la complejidad del hecho educativo.
A continuación, se harán algunas referencias acerca de la Promoción de la salud y
la Complejidad del hecho educativo.
3.2. Promoción de la Salud
Anteriormente se planteó que una de las concepciones dominantes para abordar la
educación sexual en la escuela se sustenta en un modelo bio-médico, que liga la
sexualidad al riesgo y a la prevención de enfermedades; sin embargo, esa
concepción puede ser superada y ampliada.
Para ello, la perspectiva de la Promoción de la Salud define la salud como un
proceso de construcción social compleja y cambiante que incluye grados de
bienestar físico, psíquico y social, producto de la intervención de factores
individuales, económicos, culturales, educativos y políticos.
El concepto de salud trasciende, así, la tradicional concepción de ausencia de
enfermedad.
Se puede pensar entonces que toda iniciativa+ de Promoción de la Salud, ya sea a
nivel individual o comunitario, comprende, en un sentido amplio, acciones sobre las
personas que tiendan a mejorar su grado de bienestar en las circunstancias en que
se encuentran, y acciones sobre el contexto de ellas a fin de poder alcanzar
estados de bienestar aún mayores.
De
este modo, relacionar la ESI en las escuelas con la Promoción de la Salud
tiene que ver con la posibilidad de que cada sujeto pueda construir de manera
activa su propio proyecto de vida a través del cuidado de sí mismos y de los
otros, en el marco del respeto de las diferencias, de la libertad de elección
y de la participación.
En este sentido, no sólo se intenta reducir riesgos sobre la sexualidad sino
fundamentalmente promover factores que la liguen al bienestar y al placer, en tanto
modos de desarrollo integral de las personas. Así, ayudar a la escuela a revisar sus
prácticas contribuye a potenciar sus oportunidades para promover la salud y el
desarrollo de quienes por ella transitan.
Esto es así ya que la sexualidad, de acuerdo con lo que se expresa en estos
párrafos, está más vinculada a la salud que a la enfermedad y a las condiciones
que para el cuidado de uno mismo y de los otros se despliegan en el día a día y en
los vínculos con aquéllos que acompañan en el crecimiento: familiares, amigos,
compañeros y maestros.
3.3. La complejidad del hecho educativo
La educación, en sentido amplio, es una herramienta social y cultural que
desarrolla su tarea de garantizar que las nuevas generaciones accedan a los
elementos culturales y a la movilidad social en un delicado equilibrio entre el
respeto por las diferencias y la responsabilidad de igualar oportunidades.
Para ello,
necesariamente, involucra dimensiones relacionadas con la construcción de
subjetividad/identidad, los vínculos interpersonales y sociales, la transmisión
de información y al desarrollo de competencias psicosociales.
Estas
dimensiones, invariantes a lo largo del devenir histórico de la educación,
están en juego cuando de ESI se trata. Entonces, ¿qué es lo nuevo o variante
que la ESI trae para el sistema educativo? Cuando la cultura incorpora
elementos a ser trabajados y transmitidos de modo intencional, constante,
formal, como es la sexualidad a partir de la Ley Nº 26.150, compromete a las
escuelas a repensar los modelos pedagógicos e institucionales que atraviesan
sus prácticas cotidianas. En este sentido, es útil que cada escuela revise
cómo trabaja en articulación con otros sectores sociales, cómo arriba a
consensos con las familias, cómo refuerza sus propias potencialidades y cómo
particulariza el vínculo docente-alumno.
Se habla de complejidad del hecho educativo porque si bien a la escuela concurren
niños, niñas y jóvenes con características de edad o evolutivas comunes, su
crecimiento y experiencia de vida son muy disímiles en función de diferencias de
clase social, etnia, ámbito rural o urbano, creencias, etc. Entonces, a la hora de
pensar, rediseñar, preguntar y crear intervenciones sobre ESI, es conveniente que estas diferencias que expresan los estudiantes sean tenidas en cuenta para
realizar las contextualizaciones necesarias. En estas condiciones, reconocer las
diferencias tiende a consolidar la equidad y no, por el contrario, a naturalizar
desigualdades. (Tedesco, 2008).
¿Cómo se manifiesta esta complejidad en la función, rol o lugar del docente?
En primera instancia, en el hecho de que es un sujeto (adulto) que recibe el
nombre de docente por la circunstancia de concurrir habitualmente a una institución
escolar que prescribe propósitos, roles y funciones específicas. Esto significa que
es un sujeto social y por lo tanto está atravesado por ideas, mitos, prejuicios,
miedos y sentimientos ligados a la idea de “ser sexuados”, los cuales deben ser
analizados y cuestionados a la hora de implementar ESI.
En segunda instancia, en una revisión del lugar del docente en su función de
enseñar, del lugar del adulto como autoridad pedagógica y de su relación con el
saber.
En este contexto, ¿cómo un docente puede consolidar la equidad y
desnaturalizar las desigualdades que la Educación Sexual Integral propone?
Juan Carlos Tedesco (2008) sostiene que esto es posible confiando en la
capacidad de aprendizaje del estudiante.
La confianza es condición para la educación en general y, por consiguiente, para
una educación en la sexualidad; tiene que ver con un modo de considerar, de
mirar al otro a la hora de enseñar y aprender.
Este tipo de confianza reconoce que hay niños, niñas y jóvenes con diferentes
posibilidades y limitaciones, modos de ser, identidades, sexualidades, experiencias
de vida y mucho para pensar y decir, sin pretender volverlos semejantes a una sola
manera de vivir, hacer, ser, pensar y amar.
Beatriz Greco (2007) sostiene que la confianza en las relaciones pedagógicas no
implica correrse del vínculo pedagógico y de sus posiciones asimétricas,
diferenciadas, en las que hay un sujeto adulto, ejerciendo su profesión, dispuesto a
escuchar, a enseñar, a dialogar, a reconocer y otro sujeto, que comienza a transitar
-aprender- un camino y que requiere para ello de un acompañamiento.
El diálogo docente-alumno que instituye confianza en torno a temas de sexualidad
no significa relatar situaciones íntimas, vale decir, no tiene por qué abandonar el
marco de la escuela y sus propósitos. En este sentido es que se sugiere que las
propuestas pedagógicas e institucionales prioricen espacios para que la
información que se transmite habilite el diálogo, la circulación de la palabra, el
encuentro con el otro, el intercambio, el trabajo en equipo, a fin de que se puedan
desplegar la reflexión, la autonomía y los derechos de los niños, niñas y
adolescentes como sujetos y ciudadanos.
D- ACTIVIDADES DE ARTICULACIÓN
1) ¿Cómo se relaciona la ESI con la Promoción de la salud y la Complejidad del hecho educativo?
ENFOQUE SOBRE LA EDUCACIÓN SEXUAL Y
LA PROPUESTA DE LA ESI
El derecho a la educación sexual integral (ESI)
La educación sexual integral es
un derecho de chicos y chicas de todas las escuelas del país, en sus tres
niveles: inicial, primaria, secundaria, sean privadas o estatales,
confesionales o laicas.
Este derecho de niños, niñas y
adolescentes (NNyA) que obliga al Estado nacional y a los estados provinciales
a garantizar su acceso, se encuentra establecido en la ley nacional 26.150 que,
a partir de su sanción en 2006, crea el Programa de Educación Sexual Integral
para su implementación.
La Educación Sexual Integral
(ESI) es un espacio sistemático de enseñanza aprendizaje que promueve saberes y
habilidades para la toma de decisiones responsables y críticas en relación con
los derechos de los niños, las niñas y los/as adolescentes al cuidado del
propio cuerpo, las relaciones interpersonales, la información y la sexualidad.
Cuando hablamos de educación
sexual integral no se hace referencia a un contenido y/o a una asignatura
específica sino que forma parte del proyecto educativo de la escuela y requiere
de un trabajo articulado con los centros de Salud, las familias y las
organizaciones sociales.
Los contenidos de la ESI, son
ejes que atraviesan distintas áreas y/o disciplinas, responden a las distintas
etapas del desarrollo de niños y niñas y adolescentes y contempla situaciones
de la vida cotidiana del aula y de la escuela, así como sus formas de
organización.
Son objetivos del Programa
Nacional de Educación Sexual Integral:
Incorporar la educación sexual integral dentro
de las propuestas educativas orientadas a la formación armónica equilibrada y
permanente de las personas.
Asegurar la transmisión de conocimientos
pertinentes, precisos y confiables y actualizados sobre los distintos aspectos
involucrados en la educación sexual integral.
Promover
actitudes responsables ante la sexualidad.
Prevenir los problemas relacionados con la salud
en general y la salud sexual y reproductiva en particular.
Procurar igualdad de trato y oportunidades para
mujeres y varones.
En mayo de 2008, el Consejo
Federal de Educación aprobó los lineamientos curriculares sobre Educación
sexual integral. Este documento, producto de consultas y consensos que
involucraron tanto a las jurisdicciones como a especialistas en la temática,
propone un camino a construir y, a la vez, resignifica, recupera y fortalece
las acciones que se vienen desarrollando en muchas instituciones educativas, en
consonancia con la temática.
La posibilidad de construir un
espacio de aprendizaje y abordar la sexualidad desde una mirada integral, se
relaciona con las oportunidades que este espacio puede presentar para que
niños, niñas y adolescentes sientan confianza, y puedan involucrarse en el
proceso.
Esto significa que los/as
docentes de las distintas asignaturas deberán estar dispuestos a tener en
cuenta los propósitos formativos de la ESI como así también a constituirse,
cuando la ocasión lo requiera, en receptores de las inquietudes y
preocupaciones de los alumnos y alumnas en relación.
Para acompañar esta tarea, el
Ministerio de Educación a través del Programa Nacional de Educación Sexual
Integral viene desarrollando líneas de capacitación y de producción de
materiales de formación (cuadernillos) y de sensibilización (láminas y videos).
Algunas piezas, específicamente las láminas, se han elaborado además en lenguas
originarias y también en braille.
Propuesta para
el Nivel Inicial
En el Nivel Inicial los niños y
niñas comienzan a transitar experiencias de vínculo con otros diferentes a sus
grupos familiares, y a ampliar de este modo su horizonte social y cultural para
el desarrollo pleno de sus subjetividades.
En este nivel, la ESI promueve
hábitos de cuidado del cuerpo, el reconocimiento de la intimidad propia y
ajena, la expresión de los afectos y el respeto por los sentimientos y
necesidades de los/las otros/as, el desarrollo de las competencias y
habilidades psicosociales y el desarrollo de comportamientos de autoprotección
(p.ej., no guardar un secreto que hace daño como en los casos de abuso a niños
y niñas).
La propuesta para el nivel
inicial también incluye nuevas formas de pensar la organización de los espacios
escolares, las relaciones tanto entre niñas y niños, como entre adultos y
niños/as, el vínculo entre la escuela y las familias. En este sentido, la ESI
propicia un uso igualitario del aula y del patio entre varones y mujeres, como
así también de los juegos y juguetes en la medida en que considera que éstos no
son “exclusivamente de varones” o “exclusivamente de mujeres”.
Propuesta para
el Nivel Primario
En este nivel la ESI introduce el
conocimiento de diferentes modos de organizar la vida social en distintos
contextos y tiempos, problematizando los roles de género y las relaciones entre
mujeres y varones en la organización familiar.
Promueve además el reconocimiento
del cuerpo como totalidad con necesidades de afecto, cuidado y valoración, y la
relación con el propio cuerpo como dimensión significativa en la construcción
de la identidad personal. En el nivel primario, se sistematizan los
conocimientos y prácticas que hacen al cuidado de la salud personal y
colectiva, incluyendo la salud sexual y reproductiva desde una mirada integral.
La propuesta también recupera y
desarrolla a través de diferentes lenguajes artísticos, la experiencia sensible
y emocional de las/los niñas/os, posibilitando el ejercicio de las diversas
formas de expresión y comunicación de ideas, sentimientos, emociones y
sensaciones.
La ESI en este nivel requiere ser
incorporada desde un abordaje transversal a las distintas áreas curriculares:
ciencias sociales, formación ética y ciudadana, ciencias naturales, lengua y
literatura, educación física y educación artística. Pero también es necesario
considerar las distintas situaciones de la vida cotidiana escolar como
oportunidades para trabajar actitudes, prácticas y conocimientos vinculados al
marco de los derechos humanos como orientación para la convivencia social y el
desarrollo de competencias vinculadas con la prevención del maltrato infantil,
abuso sexual y trata de niños/as.
Propuesta para
el Nivel Secundario
En este nivel, la ESI requiere
ser trabajada preferentemente desde un espacio específico, atendiendo a las
inquietudes e intereses propios de la edad, y posibilitando así la
participación activa de los y las adolescentes. La comprensión e interpretación
de los problemas de la sociedad relacionados con la sexualidad requieren de
actitudes críticas, flexibles y creativas.
Las y los adolescentes requieren
acceder a información sobre los marcos normativo y jurídico que garantizan sus
derechos en general y sus derechos sexuales y reproductivos en particular.
También adónde concurrir para proteger sus derechos y para poder obtener los recursos
que necesitan a fin de ejercer su sexualidad con responsabilidad, para prevenir
infecciones de transmisión sexual VIH/Sida y decidir cuál es el mejor método
anticonceptivo.
En este nivel, el Programa
Nacional de Educación Sexual Integral considera necesario el fortalecimiento de
los procesos de construcción de autonomía, que posibilitan el respeto por la
diversidad de identidades sin prejuicios derivados de la orientación sexual, la
identidad de género, la apariencia física, las diferencias étnicas, culturales,
etcétera. Asimismo, el enfoque integral de la Educación Sexual incorpora una
mirada crítica hacia los mensajes de los medios de comunicación, los ideales de
belleza que imponen, y los modelos de varones y mujeres que transmiten. Para
abordar la complejidad de estos contenidos, el Programa publicó un segundo
cuadernillo para docentes.
La ESI y las familias. En abril de 2011 y como parte de un proceso de
construcción colectiva con distintas áreas del Estado, organizaciones sociales,
expertos/as en educación y el Fondo de Población de Naciones Unidas, el
Programa lanzó la Revista ESI para charlar en familia. Se trata de una revista
cuyo objetivo es brindar una herramienta a las familias para poder crear un
espacio de confianza con sus chicos y chicas y poder abordar las cuestiones
relativas a la sexualidad desde una mirada libre de discriminación y respetuosa
de los derechos.
Este material fue acompañado en
su lanzamiento por un spot audiovisual del que participaron actores y actrices
que compartieron anécdotas sobre el imaginario de la sexualidad en sus
infancias.
Durante el año 2013 el Programa
ESI publicó un nuevo cuadernillo para trabajar los contenidos de la educación
sexual integral para la Modalidad Educativa de jóvenes y adultos.
El rol docente. El rol que ejercen los y las docentes en ofrecer
a los alumnos y alumnas oportunidades formativas integrales en la temática de
la sexualidad, requiere la implementación de acciones sistemáticas que ofrezcan
a los futuros educadores/as la posibilidad de alcanzar una sólida formación
integral inicial y una capacitación continua.
Son objetivos de la Educación
Sexual Integral en la formación docente:
1. Permitir a los docentes
sostener su tarea a partir de conocimientos y experiencias pedagógicas
validadas y actualizadas que les permitan una comprensión integral de la salud,
de la sexualidad humana y del rol de la escuela y del docente en la temática;
así como de habilidades y estrategias metodológicas apropiadas para el trabajo
de los contenidos en el aula.
2. Ofrecer a los docentes una
formación amplia que les permita brindar conocimientos e información y promover
situaciones de aprendizaje desde un espacio curricular específico o desde la
disciplina de su especialidad. Incluir en dicha formación la posibilidad de
trabajar sus incertidumbres y prejuicios o estereotipos, para poder así separar
su responsabilidad en cuanto a la educación sexual del terreno de las opiniones
y experiencias personales.
3. Preparar a los y a las
docentes en el manejo crítico de mensajes e información relativos a la ESI a
partir de una formación pluridisciplinaria y holística que favorezcan las
capacidades de los alumnos y alumnas en el cuidado y promoción de la salud, el
cuidado, disfrute y respeto del cuerpo propio y ajeno, y el conocimiento y
respeto de los propios derechos y los derechos de los/as y otros/as.
4. Asegurar un enfoque coherente
de la ESI en el sistema educativo a partir de una formación inicial sistemática
que provea de un código compartido a todos los y las docentes, más allá del
nivel en el cual se desempeñan, dando lugar a una adecuada gradualidad y
transversalidad de los contenidos a lo largo de toda la trayectoria escolar de
los niños, niñas, jóvenes y adultos.
5. Permitir a los y a las
docentes adquirir conocimientos que permitan una visión crítica de los
distintos modelos hegemónicos de manera de poder combinar los aportes de las
distintas posturas en pos de evitar reduccionismos de cualquier tipo, hacia un
abordaje integral de la temática en el marco de los derechos humanos.
6. Identificar las diversas
interpretaciones históricas sobre la sexualidad y sus correlatos en las prácticas
pedagógicas para promover la permanente reflexión sobre las propias
interpretaciones y concepciones de la sexualidad.
7. Fortalecer el lugar y
responsabilidad que tienen los docentes en su carácter de adultos y docentes
frente a los niños, niñas y adolescentes.
Ante el papel imprescindible del docente como mediador, responsable, proponemos
leer:
LEY 26.150 (HACER CLICK)
El 4 de octubre de 2006 se sancionó la Ley de Educación Sexual Integral (ESI)
El objetivo es garantizar la ESI de todos los niños, niñas y adolescentes. El
artículo 1 de la ley establece que:
“Todos los
educandos tienen derecho a recibir educación sexual integral en los
establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y privada de las
jurisdicciones nacional, provincial, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y
municipal. A los efectos de esta ley, entiéndase como educación sexual integral
la que articula aspectos biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y
éticos”.
RESUMEN
Desde la sanción de la Ley 26.150 de
Educación Sexual Integral en el año
2006, el Ministerio de Educación de la Nación viene realizando acciones para
su efectivo cumplimiento.
Al comienzo, éstas tuvieron que ver con cuestiones
instituyentes, como la convocatoria a una Comisión Asesora Interdisciplinaria
e Intersectorial, la redacción y aprobación de los Lineamientos Curriculares
de Educación Sexual Integral, y la creación del Programa Nacional.
A partir del año 2009 se fortalecieron de manera
consensuada y federal las líneas de acción que dan cuenta de las
responsabilidades que la ley señala al Ministerio Nacional.